Informe declara necesidad de incorporar a la sociedad en la restauración de los bosques de Chile central

Científicos y científicas chilenas publicaron un documento para apoyar el desarrollo de políticas públicas, que da cuenta de la urgencia de proteger al bosque esclerófilo, ecosistema que se extiende entre las regiones de Coquimbo y Biobío. El trabajo fue liderado por Rocío Almuna, investigadora del Centro Regional de Investigación e Innovación para la Sostenibilidad de la Agricultura y los Territorios Rurales, CERES, y Matías Guerrero, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, de CAPES y de la ONG Kintu, junto a un equipo de colaboradoras y colaboradores. El informe propone realizar restauración ecológica desde un enfoque transdisciplinario, socio-ecológico y con perspectiva de género.


Los bosques aportan innumerables beneficios a las personas, como la provisión de agua, seguridad alimentaria, su valor como espacio recreativo y cultural, y fomento de la salud física, emocional y social, entre muchos otros. Sin embargo, en Chile, las múltiples amenazas que estos ecosistemas sufren, producto de la actividad humana, ponen en peligro estos territorios y sus comunidades humanas.

Tal es el caso del bosque esclerófilo, ecosistema que se extiende entre el sur de la región de Coquimbo y el norte de la región del Biobío, y que es considerado un hotspot de biodiversidad, o punto prioritario de conservación planetaria. Esto, porque el 50% de la vegetación presente sólo crece ahí y en ningún otro lugar del mundo, y porque además esta área se encuentra altamente amenazada, debido a la disminución de su superficie por transformaciones del humano en un 64%, la amenaza el cambio climático y la megasequía, entre otros factores.

Este informe analiza la situación actual de este ecosistema y plantea un llamado urgente a restaurar el vínculo entre el bosque esclerófilo y las personas, considerando los escenarios actuales de vulnerabilidad socioambiental. Su apuesta, es hacerlo desde los enfoques transdisciplinario, socio-ecológico y de género, para los que también entrega una serie de recomendaciones específicas.

Futuras iniciativas
En ese contexto, Rocío Almuna, autora principal del informe creado a partir de un trabajo colaborativo y participativo, se refiere a la importancia del mismo.

“Creemos que este documento contribuye como base teórica para futuras iniciativas de restauración de paisajes, ya que desarrolla recomendaciones basadas en tres necesarios enfoques para recuperar nuestro bosque esclerófilo, no solo en su dimensión ecológica, sino también sociocultural. Aporta desafiando la concepción separada de humanidad y naturaleza, y reconociendo el rol de las comunidades humanas en la rehabilitación de paisajes degradados”, señala.

Bosques y bienestar humano
El documento señala que los bosques nativos de Chile Central tienen un rol central en el bienestar humano, y gran significancia cultural al ser un espacio para el ejercicio de prácticas tradicionales locales, de contemplación de la belleza escénica, además de sus contribuciones esenciales al bienestar humano.

“Los bosques almacenan agua en sus suelos. Su disminución y degradación, por tanto, incrementa la vulnerabilidad de comunidades rurales a la actual megasequía. Esto amenaza el abastecimiento de ciudades como Santiago o el Gran Valparaíso. La degradación del bosque se ha ligado también a una mayor frecuencia e intensidad de incendios forestales, por la baja capacidad de los suelos erosionados de almacenar humedad”, se detalla.

Matías Guerrero comenta al respecto: “El valor del bosque y matorral esclerófilo es fundamental en muchas dimensiones, y realmente podría ser una solución basada en la naturaleza a la hora de abordar temáticas relevantes como la sequía o las olas de calor, entre otras. La provisión de agua y la presencia de nutrientes en los suelos contribuye a los sistemas productivos y al abastecimiento hídrico tanto de comunidades rurales como ciudades. Pero si seguimos degradándolo, tendremos graves problemas no solo con el abastecimiento de agua, aumentando la vulnerabilidad social, principalmente de mujeres, niñas y niños”.

Enfoques de la restauración y recomendaciones
Considerando este escenario, el trabajo propone tres enfoques para abordar los desafíos en la restauración del bosque esclerófilo. El enfoque transdisciplinario llama a integrar y valorar tanto conocimientos tradicionales, como científicos, para co–diseñar planes de restauración junto a comunidades locales; utilizar metodologías participativas para ello; enfocar esfuerzos en problemáticas ambientales contingentes y pertinentes socialmente; y usar metodologías provenientes de las ciencias ambientales, ciencias sociales y humanidades.

“Se habla mucho del conocimiento local e indígena en el contexto de la conservación. Pero no hay metodologías participativas reales en torno a la restauración. Sin embargo, existen muchas comunidades trabajando en esta dirección y estas acciones deberían tomarse de manera más vinculante para generar un diálogo verdaderamente más integrado entre la ciencia y los actores locales”, complementa Matías Guerrero.

En cuanto al enfoque socio-ecológico, el informe recomienda velar por la protección y sustentabilidad conjuntas de la vida silvestre y los medios de vida rurales. También, llama a generar acciones que aumenten la capacidad de adaptación de los sistemas socio-ecológicos ante cambios y perturbaciones, e identificar las necesidades particulares de cada territorio, tanto a nivel ecológico como sociocultural.

En relación al enfoque de género, las y los autores del texto llaman a reconocer la relevancia del rol de las mujeres y de la niñez en los procesos de restauración, y a facilitar la participación de las mujeres, visualizándolas como un grupo heterogéneo.

Matías Guerrero, se refiere a este punto: “Para el equipo fue muy importante incluir la perspectiva de género. En el contexto de la degradación del bosque esclerófilo, no todas las personas son igualmente vulnerables, mujeres, niñas y niños son principalmente afectados. Esto se debe a que, en términos generales, son las mujeres las que proveen en los campos y trabajan en los huertos. Producto de la sequía y degradación de este ecosistema, las contribuciones que nos provee la naturaleza se ven cada vez más amenazados. Así es que, si vamos a hablar de vulnerabilidad social y de restauración, es fundamental incorporar la perspectiva de género”.

El documento también menciona iniciativas de restauración participativa de Chile central y comparte un link a un seminario en el que representantes de estas iniciativas hablaron sobre su trabajo con las comunidades en paisajes degradados. La experiencia de estas organizaciones fue clave para identificar los enfoques y el desarrollo del contenido del informe.

Con estos antecedentes, el informe espera sumar evidencia y conocimiento y ponerlos a disposición de diversos actores.

“Queremos que este documento sea leído por tomadores de decisiones y autoridades gubernamentales, y que aporte a futuras iniciativas en materia medioambiental impulsadas por organismos públicos. Por otro lado, buscamos llegar a las organizaciones locales, para apoyar el diseño y planificación de sus proyectos de restauración”, concluye Rocío Almuna.

 

Fuente: EL MOSTRADOR

«Kintu»: Diálogos entre ciencia y saberes locales desde los Andes centrales

01-03-2022
Texto por Matías Guerrero

La conservación de la naturaleza es un desafío cada vez más latente ante la crisis socioambiental global. Poco a poco vemos cómo la sociedad actual comienza a configurarse en torno a un en-torno restrictivo, donde el cuidado de aquellos “recursos naturales infinitos” se visibilizan como una limitante de nuestro quehacer y bienestar. Es el caso […]


La conservación de la naturaleza es un desafío cada vez más latente ante la crisis socioambiental global. Poco a poco vemos cómo la sociedad actual comienza a configurarse en torno a un en-torno restrictivo, donde el cuidado de aquellos “recursos naturales infinitos” se visibilizan como una limitante de nuestro quehacer y bienestar. Es el caso de la megasequía que afecta a Chile central, explicado en parte por el mal manejo de cuencas y afluentes, y que termina por, literalmente, extinguirlos. Ante aquello, es urgente entender que los desafíos nuevos sobre conservación requieren de perspectivas novedosas.

Lo anterior no solo genera presiones desde el punto de vista técnico, sino que también nos impulsa a entender a los ecosistemas y su conservación desde una perspectiva diferente a la que normalmente lo hemos hecho. Ello implica comprender que los variados ecosistemas no son meros “recursos naturales”ni bolsas de materia y energía. En cambio, se trata de elementos simbólicos, historias y territorialidades (más que territorios). En definitiva, son sistemas socioecológicos como resultado de una historia socialmente construida con comunidades locales a lo largo de centenas, sino miles de años.

Estos grupos sociales son centrales y estratégicos, ya que se ubican usualmente en la frontera de la conservación: están entre ecosistemas relativamente bien conservados y el uso (o a veces abuso) de la naturaleza.

Comprender las territorialidades desde aproximaciones inter y transdiciplinarias resulta un desafío urgente para la investigación científica. © Benjamín Silva 

Ontoepistemologías: una forma alternativa de hacer conservación
Cuando los ecosistemas pasan de ser sistemas donde solo ocurren flujos de materia y energía, a ser un conjunto de elementos socialmente construidos con comunidades locales e indígenas, nos presentan un primer desafío para su conservación: el ontoepistemológico. En primera instancia, este desafío ha sido reconocido a nivel metodológico por las ciencias ambientales en general. Por ejemplo, las nuevas metodologías enfocadas en los servicios ecosistémicos y su nueva etiqueta, las contribuciones de la naturaleza a las personas, han despertado en distintos actores el interés por incorporar aspectos socioculturales de la relación entre humanos y naturaleza.

Sin embargo, este asunto va más allá de un aspecto meramente metodológico, y pasa a estar ligado a cómo los grupos sociales locales conocen el mundo (desafío epistemológico) o derechamente, a la forma en cómo ven o conciben el mundo (desafío ontológico). Este punto carece, definitivamente, de un abordaje satisfactorio desde la conservación.

Muchas de las comunidades locales se aproximan a la naturaleza de forma diferente a la mirada epistemológica y ontológica de las ciencias ambientales.

Las ciencias ambientales, en cuanto a su formación académica, no han incorporado una reflexión a este nivel por su herencia eminentemente positivista y post-positivista, centrada en entender su objeto de estudio como algo capaz de abstraerse de la realidad, mediante la reducción de sus partes a los componentes más mínimos para entender el todo. Así también, la formación académica de científicas y científicos dedicados a las ciencias ambientales carece de elementos que permitan desafiar con alternativas la epistemología positivista y post-positivista de las ciencias ambientales.

¿Por qué es necesario integrar estas miradas alternativas? Porque muchas de las comunidades locales se aproximan a la naturaleza de forma diferente a la mirada epistemológica y ontológica de las ciencias ambientales. Entender aquello permitirá aplicar medidas de conservación y manejo más atingentes a los territorios en que se está intentando generar un cambio. Por ejemplo, ¿cómo los agentes de conservación pueden trabajar con una comunidad indígena que no posee el concepto tradicional que entendemos por “naturaleza”? Aquella definición viene cargada de una significación eminentemente occidental euro-centrista ¿Cómo entonces las ciencias ambientales podrían lidiar con los “ngen” del bosque, espíritus o dueños de la naturaleza con caracteres antropomorfos, fitomorfos o zoomorfos[1]? Estas preguntas pueden ser difíciles de abordar si no se incorporan a la discusión los elementos ontoepistemológicos necesarios.

La puesta en crisis de la institución
Lo anterior impacta directamente en lo que puede ser un segundo desafío: la práctica científica. Cuando entendemos que existen formas diversas de conocer y concebir el mundo, se requiere de un trabajo eminentemente inter y transdisciplinario. Esto presiona a la estructura tradicional que utilizan las ciencias ambientales para avanzar en la solución a problemáticas ambientales. Por ejemplo, en Chile recién desde el año 2020 se crea en la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo ANID (ex CONICYT) un grupo de evaluación en interdisciplina y transdisciplina para financiar proyectos que realicen investigación en temas ubicados en la frontera entre ciencias ambientales y ciencias sociales. Su repercusión sobre cómo abordar problemáticas socioambientales recién se conocerán en años por venir. Así también, el desafío de la práctica científica se expresa en la incapacidad de la academia nacional por entender y evaluar proyectos eminentemente inter y transdisciplinarios. Un importante grupo de académicos y académicas de las más prestigiosas universidades de Chile carecen de una formación de este tipo, por lo que muchos estudiantes padecen de la miopía teórica de quienes parecieran intentar formarlos.

De igual forma, no existen programas de pre y postgrado inter y transdisciplinarios capaces de abordar problemáticas socioambientales que indaguen en temáticas relacionadas a la conservación en conjunto a comunidades locales.

Cualquier acción de conservación debe ir de la mano de los conocimientos y saberes de las comunidades que históricamente han ocupado y transitado por esos territorios. © Matías Guerrero 

Colaborar, pero desde la humildad
Hay un primer mandamiento básico para intentar superar este desafío: la humildad, aspecto bastante escurridizo de encontrar en la academia. Entender que, desde la disciplinariedad no es posible obtener una visión holística de los procesos socioecológicos, implica concebir nuestros propios conocimientos y prácticas científicas como insuficientes para entender la conjunción entre conocimientos locales y la naturaleza por sí solos. Para ello, la colaboración genuina y real es la herramienta más poderosa de la humildad en este contexto.

Es solo a través de este ejercicio inter y transdisciplinario, reconociendo nuestros propios límites mediante la humildad, que podremos abordar poderosamente un tercer desafío: el de la gobernanza y política pública. Una vez comprendidas aquellas prácticas que desenvuelven las múltiples comunidades locales o indígenas en la frontera socioecológica de la conservación, podremos traducir aquellos conocimientos en acciones políticas. Este desafío es tan necesario como el primer y segundo desafío.

El cuidado de los ecosistemas cordilleranos pasa por hacerse cargo de las diferentes formas de ver y comprender la naturaleza de los diversos actores, tantos conservacionistas como locales. © Benjamín Silva 

Diálogos entre disciplinas en la Cordillera central
Esta perspectiva alternativa poco a poco la comenzamos a implementar en un proyecto de restauración ecológica en el Cajón del Maipo, en la zona central de Chile. Junto a la ONG Kintu (en formación), desarrollamos investigación ligada a la sucesión del bosque esclerófilo en el sector de Cascada de las Ánimas, postulando a la reintroducción del guanaco como una pieza faltante en ese ecosistema. En cuanto al primer desafío, el trabajo con arrieros y ganaderos nos hizo darnos cuenta de estas otras formas de habitar la cordillera, de percibir el ambiente, de territorializar. Para profundizar en estos conocimientos, se requiere de investigación interdisciplinaria que permita entender cómo el “habitar arriero o ganadero” puede dialogar con la reintroducción de una especie como el guanaco, que actualmente está desaparecida en la cordillera donde ellos llevan su ganado.

En cuanto al segundo desafío, intentamos juntar, mediante la humildad, a científicas y científicos con ganas de colaborar en un proyecto en el que sabremos que nuestras disciplinas no son suficientes por sí solas, pero que integradas permitirán entender la configuración socioecológica de la cordillera de Chile central. Así también, luchamos por financiar nuestro proyecto principalmente a través de fondos internacionales, dado que en Chile prácticamente no existe financiamiento para plantear un proyecto interdisciplinario.

Recién comenzamos a entender la punta del iceberg de un territorio con fuertes intereses extractivistas. Ese es el tercer desafío. Aquí, es necesario trabajar políticamente con organizaciones locales y áreas protegidas privadas que tengan un interés por incrementar el impacto en conservación y hacer de ello una realidad para la localidad.

El bosque esclerófilo y las montañas de la cordillera del Chile central son el sitio donde Fundación Kintu busca activar una conservación donde ciencia y saber local pueden dialogar. © Benjamín Silva 

Transformar desde una territorialidad
La Doctora y científica María Belén Gallardo declaró en el pasado Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia que “espero que la ciencia se transforme en activismo”. Su frase resume el motor más íntimo de la conservación: la acción para la transformación. Las políticas públicas deben reconocer las visiones propias de las comunidades locales y generar acciones acordes a su contexto socioecológico hacia la sustentabilidad. Esto no tiene relación con entender a las comunidades locales como “salvajes nobles”, sino más bien, de hacer un ejercicio ontoepistemológico de incorporar y co-producir información con aquellas comunidades que se han relacionado por años en los lugares donde desarrollan su habitar. Lo anterior también implica reconocer el aspecto político de muchas problemáticas socioambientales, en las que comunidades locales solo pueden ocupar el sitial de la observación mientras grandes industrias y corporaciones arriban a sus territorios para generar degradación ambiental.

Actualmente estamos en un momento histórico como país para abrir la posibilidad de cambiar aquellas dinámicas de degradación ambiental que se han mantenido impunes en diversos territorios de comunidades locales e indígenas desde la implementación de la constitución ultraneoliberal en la dictadura cívico-militar en los 80. Sin embargo, tampoco debemos ser miopes a aquellos cambios que deben surgir en la dinámica propia del quehacer científico para avanzar verdaderamente en las soluciones que el país y el planeta requieren, posibilitando la creación de alianzas entre las comunidades locales y la conservación. Será este camino el que, en última instancia, nos permitirá superar la eminente y contingente crisis ambiental global.

[1] Villagrán, C. y Videla M. 2018. El mito del origen en la cosmovisión mapuche de la naturaleza: una reflexión en torno a las imágenes de filu – filoko – piru. Magallania.

Imagen de portada: La convivencia y colaboración entre actores locales, como los arrieros y ganaderos, y la investigación científica, son fundamentales para generar una transformación profunda en la conservación de los ecosistemas de la cordillera Central. © Paula López W.

FUENTE: ENDEMICO

El regreso del guanaco

No es el carro policial que abunda en las manifestaciones, sino que el verdadero guanaco, el mamífero terrestre más grande de Chile que alguna vez habitó la zona central. El biólogo Matías Guerrero coordina un proyecto para devolverlo en estado silvestre a la Región Metropolitana, ya que su presencia ayudaría a reestablecer el amenazado bosque esclerófilo, un ecosistema endémico de nuestro país.


Por Cristóbal Bley Retrato: Diego Reyes
Fotos: Matías Guerrero

“Ahí está el guanacólogo”, dicen en la oficina del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), en la parte sur de la Casa Central de la Universidad Católica. Matías Guerrero (31), biólogo y magíster en Ecología, sonríe mientras ceba su mate. No sabe si le gusta ese apodo, pero igual lo acepta con orgullo, porque se lo ha ganado gracias a la notoriedad del proyecto que coordina hace dos años: reintroducir a los guanacos en la Región Metropolitana.

Este camélido, el mamífero terrestre más grande de Chile, habitó alguna vez la zona central, pero desde la Colonia su población fue disminuyendo hasta la desaparición. Famoso por su habilidad para escupir, Guerrero pretende cambiar esa reputación por otra más decorosa: la de jardinero natural. O una más prestigiosa aún: ingeniero ecosistémico.

“Todas las especies pueden generar hábitat y tener un efecto en otras”, explica Guerrero, “pero hay unas donde es más evidente. El ejemplo de libro es el castor. Él es literalmente un ingeniero, te hace una represa, que genera una laguna donde se produce un hábitat para aves de humedales y toda una cadena de vida. En el bosque esclerófilo, que es el bosque típico de la zona central de Chile —ecosistema degradado por el asentamiento humano y prioritario para la conservación mundial por su biodiversidad— comenzamos a ver que la presencia del guanaco tiene efectos en la restauración y la regeneración de la vegetación”.

En 2017, junto a la investigadora norteamericana Meredith Root-Bernstein, comenzaron introduciendo dos guanacos machos en la Cascada de las Ánimas, en pleno Cajón del Maipo. Y el experimento ha dado resultados: se adaptaron con rapidez y exhibieron una conducta que les llamó la atención, bastante educada para venir de un rumiante conocido por sus escupitajos: la de tener un lugar fijo para defecar, una especie de baño establecido en el que dejan sus excrementos.

“Se llaman defecaderos, y con ellos el guanaco marca su territorio”, dice Guerrero. “Cuando llueve, desaparecen las fecas y se transforman en tierra de hoja, rica en nitrógeno y en fósforo. Después de la lluvia, el pasto y la hierba tienen un boom de crecimiento”. Desde entonces han visto brotes de espino en los defecaderos, también germinación de hierbas e incluso un nido de loicas.

Además, el guanaco se come el espino, una especie nativa de este bosque, y al ramonearlo, lo poda de abajo hacia arriba, generando un efecto de copa. Así, el árbol proyecta más sombra, lo que a su vez produce mayor humedad y más germinación de hierba. “Hemos ido comprobando que el guanaco puede ser un jardinero natural, que es un animal que le mete bencina a la regeneración del bosque esclerófilo y acelera procesos que sin él serían más largos”, agrega el biólogo. Ahora necesitan financiamiento —cuatro millones de pesos— para introducir un macho y tres hembras más, con la intención de que una manada se establezca y se reproduzca. Y ya están conversaando con el parque Yerba Loca, de Lo Barnechea, para estudiar una introducción. “Hay un sector allí que está bien degradado y nos gustaría generar un cerco de preadaptación, con una manada de guanacos, para comenzar a ver estos efectos de recuperación, tanto de la vegetación como del suelo mismo”.

¿Por qué comenzaron con la Cascada de las Ánimas?

Había una serie de condiciones que necesitábamos para colocar los guanacos. La primera, básica y obvia, es que tuviera bosque esclerófilo. No podía ser la alta montaña. Segunda condición, no tan obvia, es que no hubiera presencia de perros asilvestrados. Son la peor amenaza para el guanaco, porque a diferencia del puma, que primero va al cuello del guanaco, y una vez que lo asfixia y lo mata, recién se lo come, los perros atacan en jauría y literalmente se lo comen vivo. Una imagen brutal. Esas dos condiciones se estaban dando en Cascada de las Ánimas.

En este proyecto han aplicado el método de “reasilvestramiento” (rewilding). ¿En qué consiste eso? ¿Hay algún antecedente en Chile?

El reasilvestramiento es un concepto que se comenzó a desarrollar en 1997, por Michael Soulé y Reed Noss, que son dos de los padres de la conservación biológica. En términos generales, lo que busca es devolverle ciertas piezas al ecosistema que se han perdido producto de la perturbación del ser humano, con el objetivo de que el ecosistema se vaya recuperando poco a poco sin una intervención tan activa del humano. Al momento en que tú devuelves esas piezas, el ecosistema debería comenzar a recobrarse de manera natural.

¿Hay algún antecedente exitoso?

Hay muchos antecedentes de reintroducciones en el mundo. Pero con este enfoque, pocos, porque de alguna forma es un concepto novedoso. Y si me preguntas por otro ejemplo en Chile, hasta el momento no conozco.

Uno está acostumbrado a que el paisaje silvestre en la Región Metropolitana tenga poca fauna visible. ¿Cuánto puede significar para ti que los guanacos se instalen en las cercanías de Santiago?

Qué más lindo que ir a la montaña y de repente se cruce una manada de guanacos. ¡Sería alucinante! Es volver a ese ecosistema que antes existía y ahora no se cree. Empezar a recobrar en la Región Metropolitana parte de esa naturaleza que se perdió sería genial, por todo lo que da el guanaco a la recuperación del ecosistema, pero también por una cuestión estética de ver animales salvajes volviendo a un lugar donde ya no estaban.

El guanaco tiene simbólicamente una fama más bien negativa: entre otras cosas, se llama el carro lanzaguas de las Fuerzas Especiales de Carabineros. ¿Es esta su justa reivindicación?

A nosotros nos ha sorprendido cuánto ha llamado la atención este proyecto. Al momento en que uno habla de los guanacos y muestra imágenes, el primer sentimiento es de ternura, a pesar de que todavía no conocen cuánto escupen ni pelean. Son bien salvajes, pero cuando están tranquilos son tiernos. Hay que empezar a cambiar esa percepción sobre el guanaco como un animal que le quita pasto al ganado, agresivo, que puede tirar escupos a tontas y a locas. Lamentablemente, hay poblaciones de guanacos que han disminuido producto de la matanza cuando bajan de la montaña. Pero la verdad es que ni siquiera se acercan al ser humano. Hay un estudio hecho en el norte donde se ve que el guanaco, ante la presencia del ganado, se aleja, prefiere eso antes que competir físicamente con las vacas por el pasto.

El guanaco se adapta a todos nuestros escenarios geográficos y climatológicos. ¿Es un animal chileno por antomomasia?

Es un animal todo terreno, lo vemos en Arica y también en Tierra del Fuego. El guanaco es una de las especies que más cubre el país, o alguna vez así lo hizo. Definitivamente, es un animal insigne de Chile. Es momento de devolverlo a su sitial. Vamos a postular a que eso cambie y esté en el escudo, junto al cóndor y el huemul.

FUENTE: EMOL

Exitosa reintroducción de guanacos en el Cajón del Maipo: ahora científicos reinsertarán una manada

Antes de la llegada de los españoles, los guanacos eran una especie que habitaba casi toda Sudamérica. Hoy su población es reducida y casi inexistente en la zona central del país.

En 2017 y 2018, dos guanacos machos fueron liberados en zona del Santuario de la Naturaleza Cascada de las Ánimas (Cajón del Maipo) en la Región Metropolitana, como parte de un proyecto de investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) que busca reintroducir estos animales para que actúen como un "jardinero natural" del amenazado bosque esclerófilo.

Un año después de la última liberación, se ha comprobado que ambos ejemplares se establecieron con éxito en el territorio. "Los dos guanacos están súper bien. Se les ve en buenas condiciones, sin signos de que hayan sido atacados. Han armado sus territorios, marcándolos a través de defecaderos. Incluso la última ocasión que fuimos a verlos, presenciamos conductas territoriales, lo cual es excelente, sobre todo pensando en su peor amenaza, que son los perros asilvestrados", señala Matías Guerrero, coordinador del proyecto quien, junto a la investigadora del IEB, Meredith Root-Bernstein, publicaron un artículo en la revista Biodiversity sobre los experimentos y desafíos de esta iniciativa.

El paso que sigue, es conseguir más recursos para poder liberar una manada.

Esta especie habitaba todo el continente sudamericano antes que llegaran los europeos. A partir de la colonia su número fue descendiendo hasta casi desaparecer.

La nueva manada que pretenden llevar al Cajón del Maipo proviene de Villarrica, y está integrada por un macho y cuatro hembras. La idea es que se reproduzcan en este lugar de la zona central, en un cerco de pre-adaptación, para posteriormente ser liberados en Cascada de las Ánimas, siguiendo un estricto protocolo, tal como se hizo con los dos machos que residen actualmente en el sector.

Según explica Guerrero, los dos guanacos contribuyen de forma preliminar a develar aspectos básicos, tales como el uso de hábitat, pero no son suficientes para representar el comportamiento de la especie en el bosque esclerófilo. De ahí la necesidad de sumar individuos para instaurar una población. El guanaco ha sido clasificado en estado "vulnerable" en gran parte del país, salvo entre las regiones de Aysén y Magallanes, pero este proyecto no busca su conservación sino la recuperación la relación guanaco-bosque esclerófilo, aclara Guerrero.

En la zona central, este bosque ha sido fuertemente degradado debido a que concentra la mayoría de la población chilena y, por ende, las actividades económicas, agrícolas y forestales con sus respectivos impactos. Pero como la salud de los ecosistemas depende de las interacciones entre especies y el área central perdió a su mayor herbívoro nativo, la investigación busca restablecer y estudiar este vínculo.

En palabras simples, el guanaco actuaría como dispersor de semillas, a través de la ingesta y posterior formación de defecaderos (montículos de fecas), permitiendo con ello el enriquecimiento del suelo y la germinación de diversas especies de flora, lo que iría en beneficio directo del bosque esclerófilo.

Ya se comprobado que cuando el guanaco ramoneaba (comía) los espinos, estos crecían con una mayor cantidad de ramas, formando una copa más densa que entrega más sombra, humedad y agua. Esto "permitiría la posterior germinación y crecimiento de otros árboles y arbustos debajo de él".

"Nos estamos enfocando en un bosque altamente amenazado. Es por eso que también este proyecto busca rescatar esta urgencia de generar información respecto a la restauración de este ecosistema. Es importantísimo que, donde haya bosque esclerófilo, se pueda evaluar la reintroducción de guanacos", dice Guerrero.

FUENTE: LA TERCERA

Científicos buscan reintroducir más guanacos en la Región Metropolitana

Después de la liberación de dos machos en 2017 y 2018, se planea reintroducir una nueva manada reproductiva, lo que depende de la obtención de financiamiento. El fin de la iniciativa es recuperar el antiguo vínculo que tenía este “jardinero natural” con el amenazado bosque esclerófilo.  

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